Mejor que Messi


Anticipar si un niño va a convertirse en un futbolista de élite no es tarea fácil. Existen multitud de variables que pueden afectar a su desarrollo. La personalidad, escasez de oportunidades, lesiones, falsa percepción de aptitudes… la lista sigue bastante más. Aún así, en ocasiones nos atrevemos a pronosticar que un jugador será crack porque parece especial. Basta con ver las imágenes de Lionel Messi cuando era pequeñito para darse cuenta. Ese enano tímido fuera de la cancha hacía lo que quería con chicos mucho más grandes que él. Se le veía especial y lo ha sido. Ahora mismo el debate es si llegará a ser el mejor de la historia de este deporte o no.

Víctor está sentado en la fila inferior, es el tercero por la derecha
Aunque parezca mentira, Leo Messi no era el jugador más prometedor de su generación. Esa quinta del 87 de las inferiores azulgrana aunaba talento a raudales. Compartían aventuras con el argentino el central Gerard Piqué y el medio Cesc Fàbregas, pero el señalado como joya de esa generación no era otro que Víctor Vázquez Solsona.

El 20 de enero del 87 nacía en Barcelona un niño de sangre azulgrana. A los nueve años el pequeño cambiaba la Damm por las inferiores del Fútbol Club Barcelona y se acercaba un poco más a su sueño. Los asiduos a los partidos de esa mágica generación cuentan que ese equipo era increíble. Su fútbol parecía fantasía y los rivales hacían cola para pasar a recoger su derrota ante la arrolladora máquina de espectáculo que era ese grupo de chavales.  Víctor era el mejor de todos cuantos jugaban. Su técnica depurada le permitía controlar el balón como quería y marcar las diferencias con facilidad. La elegancia de sus movimientos lo convertían en protagonista. Era un elegido.

Víctor de niño (fila inferior, lado derecho) con Piqué y Fàbregas
Esa fue la tendencia en su estancia en la Masía, o al menos hasta su etapa de juvenil. Era el penúltimo corte antes de conseguir el ansiado trofeo de debutar con el equipo del alma pero el destino no entiende de predicciones. Durante una de sus cotidianas exhibiciones Víctor Vázquez encontró sus demonios. Un pinchazo de dolor le asaltó su rodillo. Se había roto y le esperaban un montón de meses para volver a disfrutar del juego desde dentro del campo. Solo era la primera lesión de las muchas que padecería desde entonces. El clavo que sobresale más es el que se lleva el golpe.

Al finalizar su etapa de juvenil subió al filial azulgrana, que en ese entonces deambulaba por Segunda B. Sus antiguos compañeros se habían distanciado de él. Fàbregas y Piqué habían volado a Inglaterra y Messi era un crack imberbe bajo los focos del Camp Nou. Víctor siguió con su particular calvario de lesiones y mala suerte. Al finalizar la temporada el Barcelona B de Quique Costas se precipitaba al pozo de la tercera división. Las estrellas de esa desastrosa temporada resultaron ser Bojan Krkic y Giovani Dos Santos, juveniles de primer y segundo año respectivamente.

La temporada 2007-08 será recordada por ser el debut en los banquillos de Pep Guardiola, encargado de recuperar la división perdida el año anterior. También fue la temporada en que Víctor Vázquez debutó con los mayores. 13 minutos con el peor Barça de Rijkaard, ese donde la estrella era el aún menor de edad Bojan Krkic. 2 temporadas y varias lesiones después el Barcelona B, por ese entonces Barcelona Atlètic, conseguía recuperar de la mano de Luis Enrique la categoría de plata.

El único gol de Víctor con el primer equipo
Con 22 años se le abrió la puerta de salida al genial pero frágil mediapunta de l’Hospitalet. No es que no tuviera calidad sino que preocupaba que a esa edad, y estando capacitado de sobras, no jugara en un equipo de la máxima categoría. Víctor lo tenía claro. Había luchado toda su vida para cumplir el sueño de ser futbolista profesional del Barcelona y si no podía serlo en el primer equipo lo sería con el filial. Se quedó en la última temporada de Luis Enrique y jugó 25 partidos, pero solo uno de completo. Las lesiones seguían ahí. Eso sí, recibió el mayor de los regalos que podía esperar, jugó su segundo partido de Champions League con el Barça del triplete y consiguió marcar su único gol con el primer equipo. Su nombre siempre quedará como integrante de la mejor temporada de la historia del club.


Víctor quiere volver a mostrar su nivel real
Esta vez sí decidió abandonar el club de sus amores. No había sitio para él entre tanto joven con potencial. El Barça no espera a nadie y el ya no tenía hueco en el club. Se marchó dejando al filial tercero en la clasificación de Segunda división. Había limpiado con esmero el escudo que amaba. Su destino sería la lluviosa Bélgica y más concretamente el histórico Club Brugge de la ciudad de Brujas. Su primer año fue bueno aunque siguió con los problemas físicos que siempre le acompañan. Poco a poco ha ido perdiendo protagonismo. El mítico portero belga Michel Preud’homme no le daba muchos minutos pero con la llegada de Philippe Clement el bueno de Víctor Vázquez tiene una nueva oportunidad para enseñar todo lo que sabe hacer. Seguro que no será por miedo a la mala suerte ya que el dorsal que lleva es el 13. Ya es hora que la fortuna le vuelva a sonreír.